Cuánta desesperación acumulada tenemos. Entiendo nuestras circunstancias, la frustración de vivir gobiernos superados, injustos y voraces, que nos han dejado heridos en muchos aspectos de nuestra vida. La guerra que hemos padecido los últimos diez años ya nos invade por todas partes. Vemos la revancha en cualquier ventana, las armas en cualquier esquina, la impunidad en cualquier página de periódico.
Y es que trato de entenderlo, hemos sido víctimas de la delincuencia y también hemos visto que no pasa nada. Lo que no entiendo es cómo sacamos lo peor de nosotros en los momentos más críticos. Lo sucedido el viernes pasado en Tlahuelilpan, Hidalgo, nos debería romper el alma, pero no, nos rompe, nos lleva al límite y exhibe la poca humanidad.
Sin embargo, alejémonos de las responsabilidades del gobierno, pensemos en las necesidades, en la vida de los que no están cerca de nosotros, en que nadie merece una muerte como la del viernes pasado; sacudámonos la violencia y el odio, un poco de empatía en estos tiempos violentos.