Enuncio tres pruebas plenas del extravío que padece México en materia de seguridad pública. La primera es la evidencia del fracaso dada la violencia incontenible; la segunda es el intercambio de posturas en materia de mando único, colocándose los partidos políticos a favor o en contra según la coyuntura sexenal y la tercera es el alineamiento a favor de la intervención militar en tareas policiales, por parte de los principales polos ideológicos representados.
La nueva promesa es la Guardia Nacional y viene acompañada de la vieja promesa de la profesionalización policial (una y mil veces sin el mapa de ruta precisa correspondiente). Y vuelven a decir que los militares lo harán bien, ahora aduciendo que ya fueron formados en seguridad pública (no se conoce evaluación alguna del impacto de esa formación).
El dictamen a votar que reforma la Constitución para crear la Guardia Nacional rebasa por la derecha a la Ley de Seguridad Interior y, al igual que ésta, lo hace sin una plataforma de evidencia empírica sistematizada y aprendizaje basado en la experiencia que conecte la propuesta con argumentos racionales que la justifiquen.
Es un nuevo salto en una vieja historia. Es una propuesta ciega que merecerá un voto ciego.
La vía hacia la recuperación de la seguridad y la paz es otra.