La desaparición es el fantasma que acosa a la Caravana Migrante desde su entrada a territorio mexicano el 19 de octubre pasado. Aunque no existe una cifra oficial, el Movimiento Migrante Mesoamericano reporta la existencia de unos 70 mil migrantes desaparecidos en México, hombres y mujeres cuyo camino hacia el sueño americano fue truncado por el crimen organizado, muchas veces con la complicidad de fuerzas de seguridad o agentes migratorios. La ruta hacia la frontera norte se ha convertido en un camino de terror, como lo constatan las masacres de San Fernando, Tamaulipas, en agosto de 2010 y abril de 2011, donde 265 migrantes fueron asesinados, y la de Cadereyta, Nuevo León, en mayo de 2012, cuando 49 migrantes fueron secuestrados y sus cuerpos mutilados y usados como mensajes en la pedagogía del terror de quienes controlan las rutas migratorias.
Estas historias de violencia e impunidad se conocen en toda la región centroamericana y muchos de los integrantes de la caravana tienen a algún familiar desaparecido. La estrategia de migrar en colectivo es una respuesta ante esta realidad.
Reconocer la manera en que mexicanos y centroamericanos sufrimos los efectos de las políticas globales de muerte
que justifican los mercados de armas y la securitización de las fronteras, resulta fundamental para poder articular alianzas trasnacionales y promover la solidaridad que tanto necesitan nuestros hermanos y hermanas de la Caravana Migrante.