Por casi ocho años la familia de Sergio tuvo que cambiar su mtina, buscar la manera de sacarlo de la cárcel, incluso vendieron la estufa y el refrigerador para conseguir dinero, recuerda Carolina Sánchez, su hermana.
Originario de la comunidad de La Providencia, en el municipio mexiquense de San José del Rincón, perteneciente a la etnia mazahua, Sergio se dedicaba a la venta de dulces típicos, al momento de su detención tenía 32 años. Padre de cinco hijos y sostén de su madre.
«No por ser indios somos rateros o asesinos», dice Carolina al recordar el ir y venir que vivieron por siete años con 10 meses para demostrar la inocencia de su hermano.
Carolina detalla que la única prueba para sostener la acusación contra su hermanoera el testimonio de una persona, un supuesto testigo que lo reconoció como el culpable del homicidio que ocurrió el 2 de marzo por el Metro Tacuba, el cual fue considerado como «inconsistente, inverosímil e ilógico» por su defensa a cargo del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez.
La falta de un defensor al momento de la audiencia y el reconocimiento ilegal de Sergio por parte del supuesto testigo en el interior de la oficina del agente del Ministerio Público son algunas de las irregularidades que se detectaron en su caso, argumentos para abogar por la liberación del hombre mazahua.
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