Sin la libertad de expresión y el derecho a la privacidad, las sociedades democráticas están huecas. E internet es el catalizador de estos derechos. Como dijo Edward Snowden hace unos meses en ocasión de las cien representaciones de la obra de teatro Privacidad, “la privacidad no implica algo que haya que esconder, la privacidad trata de algo que hay que proteger (…) es el derecho a uno mismo (…) el fundamento del cual derivan el resto de nuestros derechos”.
Por ello, la vigilancia ilegal de un gobierno espía, es una vulneración a los derechos humanos. Un freno a la libertad de expresión, la privacidad y el acceso a la información. Una forma de intimidación para que periodistas, activistas y personas defensoras de derechos humanos dejen de hacer su trabajo. La defensa de internet, es la exigencia de justicia, de una investigación independiente con el apoyo de expertos internacionales que coadyuve a la identificación y sanción de los responsables de la vigilancia ilegal.
La defensa de internet también implica garantizar la inclusión de grupos históricamente excluidos. No todas las personas tienen acceso a esta red de redes, a las arcas de la información y el conocimiento, al debate de las ideas, al entretenimiento, en fin, a todo lo que brinda Internet. Más de la mitad de la población mundial, unos cuatro mil millones de personas, continúan sin acceso.
Cuando asumimos que Internet es un derecho humano, como un entramado digital que promueve y protege otros derechos, la transparencia y el acceso a la información se convierten en un mecanismo para que los gobiernos rindan cuentas. Pero sobretodo, para que las personas y comunidades ejerzan un poder para defender su territorio, o para acceder a servicios de salud o de educación. En un contexto de desigualdad, el acceso a internet convierte la información pública en un mecanismo de presión para mejorar las condiciones de vida comunitaria.
Ante los embates de la censura, de los apagones de Internet, del desmantelamiento de la neutralidad de la red, de la violencia hacia las mujeres, de la vigilancia sistemática a periodistas, de los intentos por controlar y reducir la esfera digital de participación, se erigen las resistencias digitales. ¿Por qué debemos defender una internet abierta, neutral, libre e incluyente? Porque debemos seguir preservando un espacio horizontal, sin fronteras ni controles absolutistas, que acoja una diversidad de voces, chocantes, contrastantes, que funja como una herramienta educativa que permita acceder a vastos cúmulos de conocimiento. Porque una Internet de calidad y asequible favorece el desarrollo político, económico, social y cultural de los países.
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