Dos fotos: una selfie familiar con los papás y sus hijas sonrientes. Otra: la misma familia dentro de su coche mostrando sus cuerpos ensangrentados por las balas recibidas desde un helicóptero de la Marina. Nadie debería de guardar imágenes así en sus recuerdos; sin embargo, cada vez son más los mexicanos que dolorosamente las tienen.
Este es un claro ejemplo de cómo la Secretaría de Marina (Semar) cedió a las tres tentaciones. En un primer comunicado, la Semar omitió la muerte de la familia. En un segundo, sugirió que las balas mortíferas pertenecían a presuntos narcotraficantes y negó categóricamente el exceso en el uso de la fuerza. Trece días después, la Semar admitió parcialmente los graves eventos calificándolos, eufemísticamente, como un «hecho circunstancial».
Esperemos que la PGR pase del power point a la judicialización. Pero, ¿son realmente los marinos quienes jalaron el gatillo los responsables, o es la guerra que entabló Felipe Calderón hace diez años y que continúa en la presente administración?
Podemos engañarnos creyendo que lograremos un resultado distinto haciendo lo mismo. Podemos volver a apostar en una política fallida de combate al crimen bala a bala, cuerpo a cuerpo, insistir en erradicar la violencia ejerciéndola. También podemos cambiar. Ojalá, en un día no muy lejano, logremos articular una auténtica política de seguridad ciudadana y una verdadera estrategia para pacificar al país.
*Lea el artículo completo en El Universal