«Dilúyanse, háganse cada vez menos», fue el reclamo de las autoridades migratorias mexicanas a activistas que acompañan al «Viacrucis Migrante», la caravana de más de 1.000 centroamericanos que recorre México hacia Estados Unidos y que pareciera ser la pesadilla del presidente Donald Trump.
La caravana, en la que viajan familias completas, hasta con una veintena de integrantes, incluidos abuelos, está detenida desde el fin de semana en Matías Romero, en el sureño estado de Oaxaca.
Ahí se ha instalado un diálogo entre los activistas que acompañan a los migrantes y las autoridades del Instituto Nacional de Migración (INM).
Y en un afán porque se reduzca el volumen de la caravana, el INM ofreció visas humanitarias de un año -renovables a un segundo año- a aquellos migrantes que califiquen, principalmente aquellos que viajan con menores, padecen alguna enfermedad o mujeres embarazadas.
«No hay garantía de detener la caravana hasta que veamos un gesto de buena voluntad, hasta que al primer grupo de personas se les dé una visa o un permiso de libre tránsito», añade el activista.
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