La guerra quedó grabada a manera de memoria dolorosa y amenazante en las estructuras cadavéricas de lo que fueron casas y negocios. A manera de lo que fue, sí, pero también de lo que no se ha ido. Guadalupe, municipio al este de Ciudad Juárez, colindante con Texas, es casi un pueblo fantasma, todavía.
“La violencia no está detenida, es de diferente forma, pero sigue”, dice una mujer que vive desde niña en Guadalupe y que prefiere no dar su nombre. “Siempre hay alguien vigilándonos”, cuenta.
Hace diez años que comenzó la guerra en este pueblo. Los cárteles de Sinaloa y de Juárez se disputaban el territorio, ideal para el tráfico de droga, personas y armas porque no hay muro y el río lleva poca agua gran parte del año, las brechas que existen del lado norteamericano llevan a la carretera Interestatal 10 que conecta los estados fronterizos. Al enfrentamiento se sumaron el Ejército y la Policía Federal y este pueblo fue una devastada zona de guerra entre tres bandos.
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