A lo largo de 22 años, Miroslava narró, con la precisión de un cirujano, la conversión de Chihuahua en un narcoestado; su arribo al primer lugar mundial en la tasa de homicidios femeninos (34.73 asesinatos por cada cien mil mujeres); la forja de Ciudad Juárez como laboratorio de la globalización neoliberal, su mutación en epicentro del dolor
nacional; la escalada de violencia nacida de la militarización, la especulación innmobiliaria salvaje, la nueva colonización de los territorios rarámuris a manos de mineras, funcionarios públicos y crimen organizado; la devastación de la producción rural provocada por el libre comercio y la resistencia campesina nacida de ella; la nueva guerra por el agua entre menonitas y ejidatarios, y el comportamiento atávico de los políticos locales.
Una parte de los últimos trabajos periodísticos de Miros documentaron los estrechos vínculos del crimen organizado con los procesos electorales en la entidad, la política institucional y el mundo empresarial. Fueron su sentencia de muerte. Sintiéndose amenazados por las revelaciones de la reportera, poderosos intereses ligados a la trama de la narcopolítica decidieron quitarle la vida.
Hoy se cumple un año de ese crimen atroz, que, por más que se diga lo contrario, no ha sido esclarecido. Al escribir con rectitud, la periodista Miroslava se ganó el derecho a ser dueña de sus palabras. Recuperarlas y difundirlas, no permitir que caigan en el olvido, son actos de justicia.
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