Porque el problema no son las drogas. Es la violencia.
Y la violencia es solo reflejo de la que consume a muchas zonas del país. La disputa entre los grupos de distribución, la abundancia de armas en la calle, la falta de operaciones de inteligencia del gobierno. No había manera en que eso no llegara a la UNAM. La mayor universidad del país no es una isla, no está en otro país, no atiende a otros más que a los mexicanos que sufren lo mismo en sus colonias, en sus calles y en sus vidas.
Tal vez, señor rector, lo que debería hacer la UNAM es utilizar su fuerza académica, su autoridad moral, su posición frente a la sociedad mexicana para, por ejemplo, luchar por la legalización de la mariguana recreativa y elaborar, con todo su conocimiento acumulado, una verdadera estrategia que combata la violencia en el país.
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