Y, si rememoramos el 2 de octubre como uno de los episodios infamantes de nuestra historia, apenas en 2014, en Iguala, otros estudiantes volvieron a ser asesinados o desaparecidos por una alianza entre criminales y nuestras fuerzas de seguridad.
Si queremos que en 2018, decisivo año electoral, el espíritu de 1968 renazca o resucite, se necesita que nuestros jóvenes volteen a mirar a sus predecesores de entonces y se contagien de un renovado espíritu revolucionario y crítico que los impulse a cambiar drásticamente el ineficaz sistema que hemos construido en estos 10 o 20 años con el anhelo de construir una democracia que se parezca más a la que empezamos a imaginar hace 50 años.
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