En The Body in Pain, Elaine Scarry explica que el torturador no busca información sino, mediante el dolor, apropiarse de la voz de la víctima, hacer de ésta nada, simbolizar en esa anulación el Poder de quien tortura, del Estado. En cuanto destruye el sentido de lo cotidiano, del derecho y la medicina, la tortura destruye el mundo, mina a la sociedad, que, además, recibe a través de la víctima un mensaje de terror.
Mientras no se castigue a todos los culpables por acción u omisión y no se transforme la estructura que ha hecho posible éste y otros casos de tortura sexual y su impunidad, el mensaje del caso Atenco para las mujeres es aterrador. De ahí el gran valor de estos testimonios valientes ante la CoIDH y la relevancia de la sentencia que ésta emitirá en 2018.
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