Esta evidente debilidad institucional coincide —y quizá no sea casualidad— con el año más violento en lo que va del sexenio. Para ser más precisos, en lo que va del 2017 se han cometido más homicidios que en todo el año pasado y se perfila como un periodo más violento incluso que el peor año del gobierno de Felipe Calderón, con el agravante de que al menos en ese momento se reconocía que estábamos ante un problema nacional que merecía atención.
Es así que llegamos al tramo final del gobierno con un cúmulo de expedientes abiertos —desde Ayotzinapa hasta los casos paradigmáticos de combate a la corrupción, pasando por la descontrolada inseguridad— en lo que apunta a un fin de sexenio muy accidentado.
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