María del Carmen no imaginó que un recuerdo de sus hijos Felipe y Mario Piña Martínez algún día le serviría como prueba genética para reconocer a uno de ellos en medio de 47 cadáveres que fueron hallados en una fosa clandestina de la comunidad de Arbolillo, en Veracruz.
Expertos genetistas le aseguran que, un cordón umbilical, que hace 23 años fue el conducto de vida entre ella y Felipe Diego -su hijo el menor- le habría dado el 99.9 por ciento de certeza sobre su muerte, la cual se consumó en una playa del municipio de Alvarado, en la costa del Golfo de México.
A María del Carmen se le dibuja un semblante desencajado. Por una parte, asegura, está en paz por las noticias que llegaron a ella sobre Felipe Diego, no obstante, permanece en sigilo administrándose pastillas que le receta el psiquiatra hasta que se entere de qué pasó con Mario.
Sin despegarse del filtro, del tercer cigarro que fuma en 15 minutos de entrevista, la madre refiere que esto es algo enloquecedor; insiste: «Yo lo que quiero es encontrarlos a los dos, recuperarlos. Y descansar”.