De lo alto de la inmensa mole de concreto comenzaron a caer vidrios, luego pedazos de los balcones y, en medio de los rechinidos desesperados del acero, el viejo edificio de siete niveles se vino abajo ante la aterrada multitud que se apretujaba en el estrecho camellón de la avenida Zapata, cerquita de la delegación Benito Juárez.
Sin reponerse de la conmoción, y como fantasmas entre una inmensa nube de polvo, primero unos cuantos, luego multitudes de voluntarios que fueron creciendo conforme pasaban los minutos y las horas tomaron en sus manos el rescate de las víctimas de ese y de todos los inmuebles que, con el terremoto de las 13:14 horas, quedaron hechos pedazos.
*Con información de Proceso