En la experiencia del Centro de Estudios de Justicia de las Américas, CEJA, luego del primer tiempo de funcionamiento de cualquier nuevo sistema de justicia penal, se produce una tendencia a hacer balances públicos más bien intuitivos y sin mucha información empírica. Estos análisis, como el que está ocurriendo en México -muchas veces errados, sin sustento y a ratos falaces- llevan a afirmar con vehemencia resultados desoladores o alentadores, según quien opina. En este contexto, aparecen actores políticos presentando proyectos de ley para “corregir” defectos del sistema. Se hace desde slogans y frases hechas, atractivas desde lo comunicacional, que no reflejan las verdaderas dificultades cuando las hay y, consecuentemente, promueven modificaciones normativas que no son la solución tampoco.
Las propuestas suelen representar la vuelta atrás en cuanto a los principios que inspiraron la reforma: transparencia, publicidad, debido proceso, presunción de inocencia. Y por otra parte, no se hacen cargo de lo que requiere ajustarse para el efectivo y eficiente funcionamiento de la nueva justicia penal: el cambio en la organización, en la estrategia y sobre todo en las prácticas.
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