Lo dijimos desde el primer día: “Esperaríamos del gobierno estatal y del federal que se abocaran a investigar y castigar este crimen. Pero, sabiendo el destino de la mayoría de los casos, sin muchas esperanzas de que hagan justicia”.
Aun así le apostamos a que el impacto que produjo el crimen de Javier Valdez obligaría a las autoridades a aclararlo de inmediato. Pero todo indica que esperaremos en vano. A dos meses de que el crimen fue perpetrado, no tenemos ningún elemento que nos permita pensar que vaya a esclarecerse. Ninguno.
La Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra de la Libertad de Expresión (FEADLE) es la que lleva, en los hechos, toda la investigación, y pide ayuda a la fiscalía estatal en algunas tareas. Pero formalmente no ha atraído el caso. Y nosotros preguntamos por qué, a qué le temen. El silencio que guardan ambas fiscalías nos hacen pensar que le apuestan al olvido, como en muchos otros casos que al final terminan empolvados; pero nosotros estaremos aferrados a la memoria; no a la memoria de Javier, porque esa él mismo se la ganó con su trabajo, sino a nuestra memoria, a esa que nos ha servido como motor para hacer periodismo todos estos años. Los periodistas, parecen olvidarlo, trabajamos para que el olvido no se vuelva una peste que nos avasalle.
Por eso se equivocan quienes piensan que es solo cuestión de tiempo para que el crimen de Javier Valdez sea un número más.
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