El mundo de las nuevas tecnologías el espionaje se ha sofisticado y hoy en día se compra un software, llamado Pegasus, a la compañía israelí NSO, y se infiltra teléfonos celulares sin dejar huellas del hacker que lo hace. Las reglas de la compañía, dichas en el ya famoso reportaje del New York Times el pasado 19 de junio (firmado por Azam Ahmed y Nicole Perlroth), establecen que esa compañía sólo comercializa su producto con gobiernos porque el objetivo es combatir al crimen organizado y al terrorismo. El gobierno de México gastó una millonada de recursos públicos que son de todos para adquirir esta tecnología que hace palidecer a las películas del agente 007.
La sospecha apunta al gobierno de Peña Nieto y le pone otra raya más a su enorme desprestigio. El recuento acumula ya muchas piezas que muestran una tendencia muy negativa: el caso Atenco en 2006, una represión que llegó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos; el episodio de campaña en la Ibero, mayo de 2012, que dio origen al movimiento #YoSoy132; la noche del 26 de septiembre de 2104 en donde desaparecieron los 43 estudiantes de Ayotzinapa; el reportaje sobre la Casa Blanca en noviembre de 2014; el regreso de la violencia en 2015; el error de invitar al candidato Trump en plena campaña, que se burló del propio presidente; la elección de Estado en territorio mexiquense; el registro del mes de mayo como el más violento en 20 años con «3 ejecuciones por hora» y hoy, el espionaje de periodistas y defensores de derechos humanos. Una cadena de eslabones que se concatenan para definir el perfil de esta presidencia que pasará a la historia para competir como una de las peores. ¿Qué seguirá?
En México los periodistas independientes y los defensores de derechos humanos son indispensables frente a un poder cada vez más vertical y autoritario.
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