Desde hace dos semanas, 400 campesinos q’eqchí acampan en la frontera entre México y Guatemala, después de ser desalojados de la comunidad de Laguna Larga, en el departamento del Petén, que limita con Campeche. “Nos echaron como a perros del lugar donde vivimos y donde han nacido nuestros hijos», explica uno de los desplazados. La última propuesta que corre de forma esperanzadora de boca en boca entre los campesinos es que el Gobierno pueda adquirir una finca donde reubicarlos.
Según Amnistía Internacional (AI) el desalojo no tiene que ver con razones medioambientales y se enmarca «en la larga disputa por la tenencia de la tierra en el Petén» y el control de los recursos naturales. En consecuencia, en los próximos días 200, personas más saldrán de El Sacrificio y otras tantas de La Mestiza, en cumplimiento de fallos judiciales emitidos esta semana lo que «podría dar lugar a la llegada de decenas de familias (…) a los campamentos improvisados en la frontera».
Henry Córdoba ya hizo este camino de Guatemala a México hace tres décadas huyendo de la violencia de la guerra. «Pero hoy no nos fuimos por una violencia militar», dice meciéndose en la hamaca mientras cae la lluvia: «Nos fuimos por una violencia económica».