Acudiendo a las noticias cotidianas, es fácil identificar procesos arraigados de negación involucrando sus dimensiones literales, interpretativas e implicatorias. Son procesos personales, oficiales y culturales, tanto sobre situaciones históricas como contemporáneas. Estos procesos se tornan en obstáculos enraizados para promover el reconocimiento de las atrocidades, en particular en México.
Además, el estado de negación se profundiza en México como resultado del paso del tiempo y de los múltiples mensajes mediáticos que asaltan la agenda de información, incluyendo las noticias faranduleras, las emisiones publicitarias, la última novela de televisión o el reality de turno. En este contexto, la negación de la atrocidad se facilita por la abundancia de mensajes y los saltos informativos constantes. El reconocimiento de la atrocidad pasa a un segundo plano, presa del hastío y del escepticismo del público.
La aceptación o el reconocimiento de que existe un problema relativo a la manera como se representan y perciben la violencia y la atrocidad en la sociedad mexicana es un punto de partida imprescindible para iniciar un proceso social de confrontación de la atrocidad, y de construcción de la verdad y la memoria.
Si no se encara la negación, pueden llegar a experimentar la vida social al mejor estilo orwelliano: “La guerra es la paz. La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza”.
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