En su texto Constitución o Barbarie, la profesora colombiana Julieta Lemaitre se pregunta por qué debemos insistir en el derecho frente a la normalidad de la violencia. La violencia dice algo sobre el cuerpo humano: que ese cuerpo no vale y que esa persona no es tal. No se circunscribe a enfrentamientos, tortura o ejecuciones. Muchas prácticas institucionales y sociales son violentas y manifiestan una falta de consenso sobre quién es y quién no es humano. El cuerpo de la mujer, el de un indígena o el de un joven pobre, tiene un valor menor que el cuerpo de un hombre con recursos económicos o posición social.
En México, nos sobran espacios donde se niega el valor del cuerpo humano. Lo vemos cuando un delincuente dispara por la espalda a un soldado y cuando ciudadanos celebran la ejecución de un civil sometido o la tortura de un acusado. Lo vemos cuando el gobierno omite investigar las muertes de quienes son pobres o mujeres o indígenas, y cuando manda a la guerra sin estrategia y sin entrenamiento adecuado a jóvenes que provienen principalmente de los estratos sociales más vulnerables.
Sin reconocer el igual valor de cada cuerpo humano, no podemos construir algo distinto a la violencia como normalidad social. Mientras la vida de quien es señalado como delincuente valga menos de quien lo señala como tal, el orden social que rige seguirá siendo el de la violencia y no la del derecho. Eso, a quien conviene es al que más violencia ejerce.
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