El evento convocado por el presidente Enrique Peña en Los Pinos el pasado 17 de mayo, denominado Acciones para la Libertad de Expresión y la Protección de Periodistas y Defensores, dibuja de cuerpo entero la distancia entre la crisis de violencia y las medidas oficiales para enfrentarla. La violencia crece mientras la autoridad empequeñece.
Hay varias manera de abaratar la vida. Una es saliendo a matar. Otra es no castigando a los que matan. Y otra que completa el dibujo de la pesadilla es la que ofrecen quienes salen a criticar a los que levantan la voz por los homicidios contra los periodistas. Quienes atacan a las y los que reivindican el derecho de los periodistas a vivir porque piensan que cuando así lo hacen demeritan el mismo derecho de otros. Se expresan en las redes no para respaldar la condena contra los asesinos y los obsequiantes de la impunidad, sino para condenar a quienes tienen el valor de decir basta.
Son varias las maneras de abaratar la vida en México: matar, dejar matar y callar a quien grita “no se vale matar”. Nada parece faltar en esta prolongada noche trágica. Es una maldita orgía de sangre donde sobra la inventiva para adelgazar el derecho a estar vivo.
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