No acababa de responder el gobierno mexicano al informe del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS), en donde se afirma que «México fue el país donde más personas murieron de forma violenta en 2016» solo por debajo de Siria, cuando el horror y la violencia volvieron a asomarse por la ventana. Puebla, Tamaulipas y Veracruz se cimbraron, con el resto del país, por una cadena de eventos que desafiaron al debate técnico entre el gobierno y los especialistas internacionales. En menos de una semana vimos pasar los videos de Palmarito con militares y civiles muertos en circunstancias en donde unos y otros realizan conductas criminales. Las imágenes sobrecogedoras muestran el acribillamiento de un militar por la espalda y la ejecución de un civil con tiro de gracia que se encontraba tendido en el suelo. Imposible no evocar a Tlatlaya con una versión oficial confrontada con los videos.
El gobierno mexicano rechaza que estemos ante un «conflicto armado internacional y cuestiona que se le quiera dar un «…tratamiento similar a naciones con fenómenos completamente diferentes que no son comparables ni medibles entre sí. (El informe) utiliza cifras cuyo origen se desconoce, refleja estimaciones basadas en metodologías inciertas, y aplica términos jurídicos de manera equivocada.
Si no le gusta al gobierno mexicano lo que dice el informe de los expertos internacionales, que nos explique entonces cuáles son las diferencias entre lo que ocurre en zonas de guerra y lo que pasó en México tan solo esta semana.
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