El 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer, se conmemora la lucha de las mujeres por la igualdad. Este año, se ha convocado a una huelga para que las mujeres dejen de realizar las labores que realizan, muchas de ellas labores de cuidado del otro. Este 8 de marzo es un buen momento para visibilizar a un grupo de mujeres que pocos saben que existen pero que realizan una labor de cuidado fundamental pero pocas veces reconocido. Se trata de las mujeres que visitan y mantienen (económicamente) a las personas encarceladas en nuestro país. ¿Quiénes son? ¿A quiénes cuidan? ¿Qué implica para ellas esta responsabilidad de cuidado? ¿Qué pasaría con los internos del país si ellas dejaran de asistir dos veces a la semana a llevar comida, agua y otros bienes a los centros?
Es improbable que estas mujeres dejen de realizar las labores de cuidado de sus familiares en prisión. Pero el paro del 8 de marzo debe servir para traer a la luz las estructuras sociales que por una parte exigen el cuidado de otro pero por otra facilitan su menosprecio. En el caso del sistema penal, el 8 de marzo debe servir para visualizar a las mujeres que injustamente cargan el peso de las carencias del sistema penitenciario y al Estado indecente que incumple con esta obligación. Debe también ayudar a ver que permitir las ofensivas carencias de nuestro sistema implica permitir la marginación y empobrecimiento de cientos de miles de mujeres.
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