Empezó mal 2017. Muy mal.
En el primer mes del año se acumularon 2 mil 152 víctimas de homicidio doloso en tod el país, casi 600 más que en el mismo mes de 2016. Eso equivale a un incremento de 38.6%a tasa anual, un ritmo de crecimiento no visto desde 2010.
¿Y qué explica esta oleada de violencia? Como lo repito todos los meses, no lo sé. Con toda probabilidad, se trata de alguna combinación de factores, entre los cuales tal vez se cuenten los siguientes: 1) la creciente fragmentación del submundo criminal, 2) la activación de conflictos entre algunas de las grandes bandas del narcotráfico (particularmente el Cártel de Sinaloa, el Cártel de Jalisco Nueva Generación y la banda de los Beltrán Leyva), 3) el crecimiento del tráfico de heroína hacia Estados Unidos, 4) la transición simultánea en los gobiernos de una docena de estados, 5) las dificultades de implementación del nuevo sistema de justicia penal, y 6) la insuficiencia de recursos federales para hacer frente a la escalada.
Cualquiera que sea la explicación, hay un hecho incontrovertible: el país está entrando en zona de crisis. Al ritmo de enero, se van a registrar más homicidios en 2017 que en 2011, el año más violento de la administración Calderón. Y, dado que el gobierno ya no tiene ni la voluntad ni los recursos ni la imaginación para enfrentar el problema, la situación va a empeorar antes de que empiece a mostrar señales de mejoría.
¿Cuánto? No sé, pero mucho no es mala respuesta.
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