Un policía que recién termina su formación en la academia y se presenta en la institución policial por primera vez para recibir como bienvenida de sus nuevos compañeros la frase “olvídate de todo lo que te enseñaron, la verdadera escuela está en la calle”. Un policía que tras años de servicio y dedicación ve a compañeros recién incorporados ascender continuamente por su ‘cercanía’ con los mandos.
Una agente que es víctima de acoso sexual por parte de sus mandos y no encuentra dentro de la institución un medio para canalizar y resolver su situación. Un policía que sale a un operativo para, una vez herido, darse cuenta de que su chaleco antibalas no contaba con la vigencia o medidas adecuadas de protección.
Policías que encuentran en sus superiores a perfiles que no cumplen con los requerimientos de ingreso establecidos en las leyes y reglamentos vigentes. Agentes que por su función y condiciones enfrentan situaciones extremas de estrés y que no disponen de servicios psicológicos o de protección legal, como tampoco de prestaciones laborales básicas. Un policía que es sometido a medidas disciplinarias de manera arbitraria, por no ser del agrado de su superior.
Un agente que no sabe cómo proceder frente a hechos delictivos que impliquen hacer uso de la fuerza y que, ante su falta de conocimiento, prefiere hacer ‘lo que puede con lo que tiene’.
No, no son situaciones imaginarias. Estos, todos ellos, son casos de los que nos enteramos de manera cotidiana quienes conocemos y trabajamos de cerca con instituciones policiales. El peor enemigo y más grande desafío de la policía está al interior de la misma policía. La existencia y acumulación de vacíos institucionales prevalece como una constante que trastoca todas las terminales de la función policial y acaba por minar la confianza y percepción de seguridad que tienen los ciudadanos.
Si bien la evaluación integral del desempeño individual es un factor de enorme valía para diagnosticar las condiciones del estado de fuerza de una policía, de poco sirve para transformarla si no se incorporan mecanismos que evalúen el ámbito institucional, generando procesos de control, transparencia y rendición de cuentas.
Aunque con importantes insuficiencias en los medios de ejecución, hoy en día el debate en torno al Mando Único/Mixto ha impulsado al Congreso de la Unión a dar un paso hacia adelante y abordar la necesidad de evaluar y certificar a las instituciones y no sólo a sus policías, a fin de garantizar que las primeras cuenten con capacidades organizacionales suficientes para hacer frente a las amenazas actuales. Parece que, aunque tarde y de malas, hemos llegado parcialmente a la agenda de discusión de algunos de los países más avanzados en materia de reforma a la policía. (Animal Político)