El día que las autoridades federales desairaban con su ausencia el segundo informe del GIEI presentado en el Claustro de Sor Juana en el centro de la ciudad de México, por la noche en el puerto de Acapulco los grupos de la delincuencia organizada se desplazaban libremente por la costera para enfrentarse a balazos con los policías federales que se encontraban hospedados en el hotel Alba Suites. Ese domingo 24 de abril, el GIEI señaló con certeza “la coordinación perfecta” de distintas corporaciones policiacas en los ataques a los estudiantes de Ayotzinapa con grupos de la delincuencia organizada. Confirmó que estos grupos operaron la noche del 26 de septiembre en un territorio de 80 kilómetros, de Mezcala a Huitzuco, sobre la carretera federal de Chilpancingo a Iguala, en el mismo lapso que ocurrieron las agresiones a los estudiantes. Mientras tanto policías federales, estatales, ministeriales y militares, conocían en tiempo real los ataques, a través del sistema de comunicación de seguridad pública C-4, durante un lapso de 10 horas.
Guerrero sigue atrapado por los grupos que delinquen bajo el amparo de la ley y con la complicidad de las fuerzas de seguridad. Los ciudadanos y ciudadanas son rehenes de las organizaciones armadas que han logrado controlar vastos territorios y han impuesto la ley del fusil. Las balaceras en la costera y en las estribaciones de la sierra son parte del espectáculo de la sangre y de la tragedia cotidiana que las y los guerrerenses tienen que sortear a diario para sobrevivir bajo el fuego cruzado. Tan solo en Iguala, donde debería de haber más vigilancia y control por las fuerzas del orden, a causa de los 6 asesinatos y de los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos el 26 y 27 de septiembre de 2014, se han registrado 40 asesinatos en lo que va de enero al mes abril del presente año. Recientemente el 5 de mayo, hombres armados asesinaron a dos jóvenes de la colonia las Brisas. En dos días 5 personas fueron asesinadas en esta ciudad, siendo dos de ellas mujeres. Para las y los Igualtecos, la muerte ronda de día y de noche; en la calle y en sus casas. Están resignados a padecer los estragos de la violencia impuesta por los sicarios. Saben que sus vidas penden del crimen organizado. De nada sirve que esté la gendarmería, el ejército y todas las corporaciones policíacas, porque son parte de la urdimbre delincuencial.
Si en el gobierno no existe una estrategia más amplia para revertir la escalada de violencia y contener el malestar social, perderá credibilidad y se distanciará más de lo que está, de una sociedad crítica y proactiva, que demanda urgentemente a que las autoridades federales atiendan las recomendaciones que ha hecho el GIEI, para dar una respuesta convincente a los padres y madres de familia de los 43 estudiantes desparecidos que buscan a sus hijos. Sin verdad y sin justicia en Guerrero será imposible construir un estado fincado en un régimen de derecho. No habrá tregua, ni paz, porque Guerrero no aguanta más acciones delincuenciales de los gobernantes en turno. (Desinformémonos)