El día en que la guerrerense Nestora Salgado fue arrestada en Olinalá (23 de agosto de 2013), el entonces gobernador del estado, Ángel Aguirre Rivero, declaró a la prensa: ‘‘La encerramos porque era un peligro para la paz social’’.
Encarcelada desde hace dos años cinco meses sin que los procesos abiertos en su contra –por secuestro, asociación delictuosa y más recientemente homicidio y robo– avancen en los juzgados, Nestora se echa para adelante en la silla: ‘‘A ver, ¿qué entiende Aguirre por paz social? ¿Cuál era la causa de la inseguridad en los pueblos? El crimen organizado que él sí protegió. Guerrero está mal. Pero no por mí, sino por sus gobernantes’’.
En el lapso que la ex comandante de la Policía Comunitaria de Olinalá ha estado en prisión, la violencia en su estado se ha exacerbado. No sólo el caso Ayotzinapa y las incontables fosas con cientos de cadáveres en Iguala y sus alrededores. Los cártelesque florecieron en las pasadas administraciones estatales matan y secuestran a diario en todas las regiones. (La Jornada)