El editorial del New York Times es lapidario: Peña Nieto comenzó su gobierno como el gran reformador, pero llega a la mitad de su mandato como un Presidente que sistemáticamente ha eludido rendir cuentas. La lista de asuntos que el periódico neoyorkino cita como ejemplos de la renuencia presidencial al escrutinio de sus actos es muy conocida: la compra de la casa de su esposa con un crédito blandito de un consorcio beneficiado con contratos de su administración tanto en el Estado de México como en el Gobierno federal, la fuga del Chapo y la “verdad histórica” sobre la desaparición de 43 estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa destazada por los Expertos Independientes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Que la mesa editorial de un periódico tan influyente como el NYT se refiera así al gobierno de Peña Nieto tiene, sin duda, repercusiones en la percepción de lo que ocurre aquí entre los inversores que recelan de traer su dinero a una economía tan politizada y con una gestión opaca, donde las relaciones de protección se establecen de manera personalizada y a cambio de favores mutuos.
Peña Nieto y sus subordinados no han hecho otra cosa que comportarse como tradicionalmente se han comportado los políticos y los burócratas en este país. Sin embargo, si México quiere finalmente integrarse en Norteamérica y aprovechar las ventajas de pertenecer a un mercado complejo, con reglas claras e impersonales, deberá generar nuevas rutinas en la manera de gestionar lo público: esa difícil costumbre de rendir cuentas. (Sin Embargo)