El Quelite es un poblado que recuerda los escenarios fílmicos de las películas de la época de oro del cine mexicano. Pequeño, empedrado, alberga a poco más de mil 700 habitantes. Sus casas coloridas están enmarcadas por el abundante follaje de árboles y planicies de pasto verdísimo que circundan un río. Se encuentra a 33 kilómetros de Mazatlán, Sinaloa, y de ese municipio depende en términos de gobierno, El Quelite.
A la pequeña parroquia en El Quelite sigue la plazuela con su kiosco al centro, rodeado de bancas y vendimia bajo la sobra la arboleda por los que se pueden ver las tejas de las casas. La tranquilidad en el pueblo era así… hasta antes del 2 de enero de 2016.
Ese día, cuando aún no llegaban las 12, los comensales de los restaurantes, los caminantes de calles empedradas y los repentinos jinetes de caballos que dan la vuelta al pueblo, tuvieron que agazaparse para resguardar la vida. Durante 30 minutos o más, escucharon el tronar de disparos. Los hacían cerca porque los escuchaban fuerte. Algunos gritaron, otros enmudecieron pero la gran mayoría se tiró al suelo.
Como la de El Quelite el sábado 2 de enero de 2016, en nuestro país ocurren balaceras todos los días. En Guerrero, en Tamaulipas, en el Estado de México, en Baja California Sur, y en otras entidades, cada vez más, dominados por el narcotráfico y el crimen organizado. Tomadas sus calles por los delincuentes. No sabemos de estos lamentables incidentes porque “La Autoridad” las oculta para salvaguardar el prestigio y proteger el turismo y la inversión, pero conocemos de los hechos por los mexicanos que no se amedrentan, que toman fotografías y videos y los muestran al resto en blogs, en redes sociales, en canales públicos de la Internet.
La estrategia del Gobierno, sea federal, estatal o municipal, de voltear a otro lado, de ignorar la realidad, de manipular la información y ocultarla, sólo beneficia a los criminales, quienes permanecen en el anonimato y a salvo de la persecución social, judicial y ministerial.
Claro está que a quienes mal gobiernan a México y sus diferentes regiones se les olvida o tal vez ni siquiera contemplen la máxima de Abraham Lincoln: “Puedes engañar a poca gente mucho tiempo, puedes engañar a mucha gente poco tiempo, pero no puedes engañar a toda la gente todo el tiempo”. (Sin Embargo)