Le escribimos desde Ciudad Juárez. El día de la Virgen de Guadalupe, mientras en la Basílica de San Pedro y en el seminario diocesano de aquí se anunciaba oficialmente la visita de usted a esta frontera el 17 de febrero, un grupo de ateridas trabajadoras de la empresa LexMark realizaban una conferencia de prensa en el campamento que instalaron frente a la planta. Bajo una lluvia congelante, entre carpas y hogueras, las 90 obreras despedidas de su trabajo insistieron en que buscarán, junto con otros trabajadores y trabajadoras de la industria maquiladora, una audiencia con usted, nuestro primer papa latinoamericano.
También nos llama la atención que quienes organizan su visita a Ciudad Juárez no le hayan propuesto, conociendo su sensibilidad y su compromiso, una reunión con las miles de víctimas de la violencia. Hace cuatro años y medio el poeta católico Javier Sicilia, dirigente del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, realizó la Caravana del Consuelo, desde Cuernavaca hasta Ciudad Juárez. Lo hizo porque considera a esta ciudad el epicentro del dolor: tan sólo entre 2008 y 2012 hubo aquí 10 mil 24 ejecuciones, con una tasa anual de más de 200 homicidios por cada 100 mil habitantes, la más alta del planeta. Esto arrojó más de 10 mil huérfanos y más de 100 mil personas desplazadas. Si en México pudiéramos hablar de una capital de las víctimas, sería Ciudad Juárez.
Pocos sitios como Juárez para arrancar la revolución de la ternura, a la que usted paternalmente nos invita. (La Jornada)