Al final del día, no importa si hay diez, cien, mil o miles de quejas y denuncias por tortura, de todos modos no hay responsables. Se podría discutir cuántas de esas quejas y denuncias representan en efecto hechos de tortura, se podría debatir también sobre la cifra negra de la tortura, pero lo que nadie puede poner en duda es que aún hoy prácticamente nadie rinde cuentas por ella, sea cual sea su dimensión
La anatomía de la tortura enseña una complejidad extraordinaria. Desde la propia ley y desde las instituciones de seguridad pública y justicia penal se construyen incentivos perversos que reproducen la impunidad. Por su parte, muchos organismos públicos de derechos humanos enseñan un importante rezago con respecto a los estándares de investigación coherentes con la evolución del sistema jurídico nacional e internacional de derechos humanos y la reforma penal en curso. En cuanto a las víctimas, el mayor riesgo se localiza en personas sin acceso a una defensa legal oportuna y profesional. Cada víctima suma a la experiencia del horror, pero el problema adquiere una terrible dimensión estructural cuando no aparece narrativa oficial alguna de acceso a la justicia y nos quedamos con el descomunal absurdo de encontrar torturados sin poder encontrar y mucho menos juzgar a los torturadores. (Animal Político)