Diana Calderón Bravo estudiaba preparatoria, trabajaba en un salón de belleza y cuidaba niños. Quería ser abogada, pero cinco balazos disparados por personal del decimosexto regimiento de caballería motorizada del Ejército Mexicano acabaron con su vida de manera instantánea.
La madre de los jóvenes trabaja en un consultorio médico, y ahora vive con medidas cautelares porque ha sido amenazada: “Yo era de las personas que cuando veía algún convoy militar le daba mis bendiciones, pero he cambiado; los soldados que mataron a mi hija son unos asesinos, y sus mandos los están protegiendo. Ellos vienen a matar, no a investigar. Ellos vienen con la consigna: ‘¡mátalos! Ya después investigamos’”.
Llorando, dice: “Yo pido la justicia del hombre para creer en las instituciones. Soy creyente en Dios. Diana era mi única hija, era mi fuerza. Ella y yo, contra todos. Era muy estudiosa, sacó el segundo lugar y tenía sus sueños, quería irse a Monterrey a estudiar leyes. Pero los militares le truncaron su vida y ahora la hacen parecer como si fuera delincuente. No es justo. Ella se estaba esforzando, era una buena muchacha, que pagaba sus estudios con su trabajo”. (La Jornada)