A cortes militares y magistrados les toca pronunciar la sentencia definitiva que dará luz y (esperemos) justicia a los deudos de las víctimas, sean estos quienes sean. Tlatlaya pone en evidencia algo que muchos sospechábamos, el Estado ejerce la fuerza fuera de los protocolos de uso racional; los militares no están preparados para fungir como policías y debemos observar con mucho cuidado el desempeño de todas las autoridades de seguridad y justicia del país.
Tlatlaya es sólo uno de tantos ejemplos de los retos que como sociedad enfrentamos; Tlatlaya es una de las consecuencias de una débil cultura de la legalidad, de una sociedad de desigualdad de oportunidades, de corrupción institucionalizada. Precisamente para prevenir eventos similares, en el futuro debemos fomentar y hacer efectivo el respeto a los derechos humanos, promover el acceso a una educación de calidad, que permita la adquisición de competencias pertinentes a los retos actuales, establecer sistemas de créditos para poblaciones en condiciones de riesgo con el fin de formalizar a los informales y mostrar los beneficios prácticos del respeto de la ley, sobre todo debemos combatir impunidad y corrupción.
Sin estos elementos habrán otros Tlatlaya, lo sepamos o no, y que no se nos olvide, en un débil Estado de derecho, no tenemos garantía alguna que nuestros derechos sean respetados. Abatir sí significa matar y un Estado que mata es un Estado tirano, un Estado opresor que debe ser refundado desde sus cimientos sin duda alguna. (El Universal)