Ahora cuando el informe del Centro ProDH ha exhibido los documentos en los que se ordena a las patrullas del ejército a salir de noche as abatir delincuentes, los voceros oficiosos nos quieren hacer creer que los mandos militares tienen un uso exquisito del lenguaje y que cuando dicen abatir quieren decir realmente derribar, derrocar o echar por tierra, cuando poner tendido lo que estaba vertical y que ese culto lenguaje es comprendido tal cual por los subordinados que reciben la orden. Una ridiculez, porque sin duda la orden ha sido dejar tendidos a los presuntos delincuentes, pero en charcos de sangre.
Mientras tanto, ha aparecido la segunda entrega del estudio sobre el índica de letalidad de las actuaciones de las fuerzas de seguridad en esta malhadada guerra en el que llevan años trabajando Catalina Pérez Correa, Carlos Silva Forné y Rodrigo Gutiérrez Rivas. Sus conclusiones son devastadoras: “En el pasado estudio concluimos que la inclusio?n del Eje?rcito en tareas de seguridad pu?blica pareci?a traer consigo un inevitable uso de la fuerza bajo una lo?gica de guerra. La conclusio?n, extensible a otras fuerzas militarizadas, es va?lida hoy como entonces. Eventos recientes como los de Tlatlaya, Apatzingán y Ecuandureo han llamado la atencio?n de los medios de comunicacio?n y de la sociedad por sus elevados saldos de muertos y por la confirmacio?n —o las dudas— acerca del uso excesivo de la fuerza por parte de las fuerzas federales de seguridad. Los autores de este estudio compartimos esta preocupacio?n. Sin embargo, nuestro intere?s no so?lo esta? orientado a dichos acontecimientos sino tambie?n a visibilizar cada uno de los enfrentamientos donde se ha usado la fuerza con resultados letales. Estos eventos, al ser analizados de forma agregada, muestran un patro?n de comportamiento de las fuerzas federales que se aleja de los esta?ndares nacionales e internacionales que exigen que la fuerza se use respetando los principios de excepcionalidad, necesidad y proporcionalidad”.
Lo único que parece haber cambiado respecto a la primera entrega del estudio, es que ha aumentado la opacidad, que en lugar de enfrentar los hechos, como hizo el ejército de los Estados Unidos con la denuncia de Cunningham, el Estado mexicano ha preferido actuar como el felino que echa arena para ocultar sus heces. (Sin Embargo)