Repito lo dicho por el secretario de la Defensa hace unos días: «Si algo se ha avanzado en seguridad y la contención del crimen organizado y de los líderes de estas organizaciones criminales, ha sido básicamente por la intervención de las fuerzas armadas». Sería difícil contradecirlo. Es decir, esto es una guerra con los soldados al frente. El problema es que la lógica del Ejército es la lógica de la guerra. Para eso existen. Para eso se forman y entrenan.
Ayer, el Centro Pro de Derechos Humanos dio a conocer un reporte sobre lo sucedido en Tlatlaya que contiene un | documento, una «orden de relevo» emitida al teniente a cargo del grupo de soldados involucrados en la matanza de Tlatlaya, días antes del evento, donde, en un párrafo, se indica que «las tropas deberán operar de noche en forma masiva y en el día reducir la actividad con el fin de abatir delincuentes en horas de oscuridad…».
Es la lógica de la guerra.
También ayer se publicó en la revista Nexos un índice de letalidad actualizado, es decir, cuántos civiles mueren en cada enfrentamiento con militares. Concluyen: «Aunque el número total de enfrentamientos y muertos en enfrentamientos ha disminuido desde 2012, el índice de letalidad y la relación entre civiles muertos y miembros de fuerzas de seguridad muertos en enfrentamientos han permanecido elevados».
Si alguien no empieza a elaborar un plan serio para sustituir soldados con policías y se compromete con él, Tlatlayas, alta letalidad, denuncias por violaciones a derechos humanos y quejas de los militares no terminarán nunca.
Urge una estrategia de salida, diría Powell. (Milenio)