No tengo claro de qué se trata esta embestida para desacreditar lo que sabemos, y la autoridad aceptaba, de lo que sucedió en Tlatlaya hace un año. Una lectura posible hoy es que, como en otros asuntos, en Los Pinos siguen inmovilizados y el resto de los actores va un poco de free lance.
Leo ahora que el testimonio de aquellas víctimas -que es solo una parte de la evidencia aportada por la PGR y la CNDH en sus respectivas investigaciones está en duda porque… dos de ellas eran… ¡Oh sí! ¡prostitutas! ¡Qué escándalo! No solo eso, cuando después de la balacera fueron interrogadas dijeron estar secuestradas y fue hasta la segunda declaración cuando se confesaron prostitutas. Además mentirosas.
Olvidan que fueron torturadas y se preguntan ¿cómo podemos creer a estas pecadoras? El tono moralino es escalofriante.
En agosto del año pasado, después de la primera nota de AP, escribí aquí: «El sexenio pasado vimos varios incidentes como éste. Nada se supo. La impunidad reinó. Si el presidente Peña quiere demostrar que algo cambió en la estrategia de seguridad, tiene ante sí una gran oportunidad. Decimos qué sucedió en Tlatlaya. Y, de ser el caso, castigar a los responsables. No es tan complicado». Sigo pensando lo mismo. (Milenio)