Lejos de ir resolviendo problemas, la administración de Enrique Peña Nieto los complica.
El 6 de enero, por ejemplo, asesinaron a 16 personas en Apatzingán, Michoacán. Según la investigación de Laura Castellanos, fue una masacre de los policías federales contra los pobladores. La citada maestra agregó, hace poco, que en el bárbaro acto participaron también miembros del Ejército. Lo que hace caer aún más el prestigio del que antes gozaban las Fuerzas Armadas y muestra a un régimen que utiliza a los soldados para todo.
Antes, supimos, en Tlatlaya, Estado de México (30 de junio de 2014), fueron acribillados 15 muchachos. Lo que en principio se afirmó fue un enfrentamiento con narcotraficantes, según Eruviel Ávila, gobernador del Estado de México, resultó una carnicería sin sentido. Tanto así que se realizaron investigaciones, se indemnizó a los familiares de las víctimas, pero no se tocó a la cúpula.
El viernes 22 de mayo, en Ecuandureo (Rancho de El Sol), Michoacán, hubo otro asunto no muy claro. En el lugar aparecieron 42 personas muertas y un policía que cayó en combate (versión oficial). Pero según fotografías y videos, se trata de una nueva matanza. Ello porque un helicóptero fue quien principalmente disparó ráfagas continuas, los cuerpos de varios caídos aparecieron sin ropa, mutilados, desdentados y en posiciones que les sería casi imposible disparar contra el enemigo.
Ante un panorama que suma acciones contra los derechos humanos por parte de las llamadas Fuerzas del orden, hay más conflictos que se presentan.
México parece un buque explosivo y sin rumbo. (Contralínea)