Un lienzo enorme de 20 metros de alto por 15 de ancho muestra la figura sonriente de monseñor Romero; es una enorme pintura instalada en un complejo de edificios privados frente a la plaza Divino Salvador del Mundo, donde el sábado 23 de mayo se realizará la ceremonia de beatificación. Todo en San Salvador es Romero: las portadas de periódicos, los reportajes en la televisón, afiches, pendones en las calles y peregrinos de diferentes países y del mismo El Salvador. Uno encuentra argentinos, peruanos, mexicanos visitando diversos lugares claves en la vida del arzobispo mártir. En la tumba de Romero, en la capilla donde fue asesinado se ven personas orando, algunas con intensidad.
Sin duda la figura de monseñor Romero se agiganta: si en vida fue un ejemplo valiente de entrega y solidaridad con los pobres, en su muerte se convierte en un mártir. En el también llamado hospitalito, donde murió, se entonan cantos. No lejos de ahí una mujer madura se hinca en la tumba estilizada de Romero y dice en voz alta: quisiera pedir que interceda por tanta violencia que hay y tanto temor entre la gente. Yo tengo mucha fe que nuestro país va a cambiar luego de esta ceremonia. (Texto de La Jornada/ Foto AFP)