¿Por qué Ayotzinapa, Tlatlaya, San Fernando, Cadereyta, Apatzingán, la Casa Blanca —entre otros muchos casos de violaciones graves a los derechos humanos y a la legalidad— están ausentes de las campañas electorales? Mientras la crisis nacional se profundiza, los partidos y candidatos hacen campaña como si vendieran productos milagrosos. Nos recetan discursos inconexos, promesas mentirosas, desinterés evidente, mientras se fusilan jocosas y populares melodías. La competencia electoral, más allá de ideas sobre cómo gobernar (lo cual sería ideal), descansa en la autodestrucción y en la destrucción mutua de los partidos y candidatos a través de un espiral de acusaciones sobre corruptelas y actos deficientes de gobierno.
No es fortuito que en el insignificante debate electoral estén ausentes los grandes temas que aquejan al país, porque el mensaje que nos mandan los partidos es, palabras más palabras menos: esos temas que les preocupan y que tienen al país en una grave crisis de legitimidad, justicia, credibilidad e impunidad, no pensamos resolverlos. (Sin Embargo)