Del desgaste a la represión, de la indolencia a la burla. Así puede resumirse la estrategia que el gobierno federal ha trazado para resolver el conflicto de los jornaleros de San Quintín.
Han pasado casi dos meses desde que, el pasado 17 de marzo, miles de trabajadores agrícolas de este enclave agroexportador estallaron un paro general para denunciar la salvaje explotación laboral que padecen y exigir un aumento salarial digno. En lugar de solucionar las demandas del movimiento, el gobierno de Enrique Peña Nieto apostó primero a su debilitamiento y desánimo y, después, a su contención violenta. Sin embargo, ni una ni otra maniobras han sido eficaces para desarticular la protesta jornalera. A pesar de las ocho semanas de lucha transcurridas, ésta se sostiene alimentada de la combinación del hartazgo moral ante un modelo salvaje de explotación laboral y un tejido asociativo de base comunitaria cohesionado y vigoroso. La represión del pasado 9 de mayo así lo muestra.
A pesar de los casi dos meses transcurridos y de la represión en su contra, el movimiento de los jornaleros de San Quintín no da muestras de cansancio físico o anímico. Resiste, alimentado por la convicción de que hay que poner fin a un modelo de explotación bárbaro y por décadas de luchas comunitarias. Por lo pronto, se dispone a enfrentar la indolencia oficial organizando el boicot internacional hacia la producción hortofrutícola del Valle. (La Jornada)