Al leer la Guía de ocupación superficial. Alianzas estratégicas para la promoción y el desarrollo de la competitividad del sector minero mexicano, publicada en la página de internet de la Secretaría de Energía, uno no puede más que indignarse. Se trata de una guía cuyo objetivo es “que las compañías lleven a cabo todas las acciones necesarias para lograr la aceptación por parte de las comunidades en las que planean desarrollar sus actividades mineras”. Esto no estaría mal; sin embargo, el contenido es omiso en cuanto al desarrollo de las obligaciones que el Estado mexicano tiene derivadas de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y los tratados internacionales de los que México es parte, y que por lo tanto son obligatorios para todas las autoridades involucradas en el desarrollo de los proyectos mineros y en el respeto a los derechos territoriales de campesinos e indígenas.
En primer lugar, en toda la Guía no se menciona a los pueblos indígenas, los cuales una vez más son invisibilizados y asimilados en su carácter de propietarios agrarios, lo que limita los derechos colectivos que los pueblos indígenas tienen reconocidos, como son el derecho al territorio, la autonomía, la consulta y el consentimiento previo, libre e informado. La Guía también es un manual para hacer trampa y engañar a ejidos y comunidades, pues recomienda a las empresas mineras que en las etapas exploración prospectiva y avanzada, e incluso en las primeras etapas de desarrollo, preferir los acuerdos de ocupación temporal, que les permiten tener acceso a las tierras ejidales y comunales con prácticamente muy pocas contraprestaciones, pues todavía no hay un avalúo; la empresa no es propietaria del terreno, pero con la ocupación temporal se puede comportar como tal.
Si en la página de la Procuraduría General de la República encontráramos una Guía para torturar al detenido, el escándalo y rechazo nacional e internacional serían patentes y no se permitiría que se legalizara esta práctica que debería estar erradicada. La Guía de ocupación superficial hace patente el contubernio del Estado mexicano con las empresas mineras y todo el camino que falta andar para el respeto a los derechos indígenas y agrarios, entre otros, entender la importancia espiritual que para los pueblos indígenas tienen sus tierras y territorios. (Contralínea)