Celebro que la Secretaría de Relaciones Exteriores, en su comunicado emitido el domingo 5 de abril, se pronunciara a favor de dar por terminado el diferendo conmigo por mi caracterización de la tortura como «generalizada» en México. Yo también pienso que es hora de retomar el diálogo constructivo y con altura que el gobierno de México y mi relatoría venían sosteniendo desde hace más de once meses. Desde mi «briefing» a las autoridades mexicanas, el último día de mi visita el país, en mayo de 2014, sabemos que el gobierno no comparte mi análisis sobre la extensión del fenómeno de la tortura en el país.
Desde luego, fue duro también para mí concluir que un fenómeno tan inhumano como la tortura pueda ser generalizado. No se trata de una diferencia meramente semántica la que tenemos con el gobierno, y reconozco que sobre el particular pueda haber distintas interpretaciones. Fundamentalmente, cumplo con mi obligación y con los propósitos de la invitación que me extendieran al expresar con franqueza mis impresiones -así como explicar en qué datos de la realidad se fundan-. He podido expresar mi versión de este incidente con claridad, lo que agradezco a la opinión pública mexicana. Creo que el debate ha sido útil precisamente para llegar a dónde nos encontramos ahora: retomando el diálogo constructivo con el gobierno y la sociedad sobre el contenido de mis recomendaciones y su implementación. (El Universal)