La fuerza de la efervescencia social y de la solidaridad internacional a raíz de la masacre de Iguala ya ha rebasado los acontecimientos tanto de 1968 como de 1994 en México. Ni el histórico movimiento estudiantil de los sesenta ni el gran levantamiento indígena de los noventa lograron en tan poco tiempo un vuelco tan fuerte en la conciencia y el empoderamiento social. Los nuevos tiempos de madurez ciudadana, comunicación digital y desmoronamiento imperial han facilitado el surgimiento de un movimiento nacional cuya flama difícilmente podrá ser apagada en el corto plazo. John M. Ackerman/La Jornada