*Opinión
Por Denise González Núñez |Centro Prodh | @den_gn
México, DF, 19 de junio. México ha sido tradicionalmente considerado, y se ha considerado a sí mismo, una nación de “acogida” para personas que huyen de sus países a consecuencia de la violencia, la persecución política y los abusos. Cierto es que durante guerras, dictaduras y conflictos armados en Europa, América Latina y otras regiones del mundo grupos de personas de diversos países fueron recibidas en México como refugiadas. Sin embargo, este 20 de junio, Día Mundial de los Refugiados, cabe reflexionar sobre si México continúa haciendo honor a esa tradición.
Resulta pertinente mencionar que las personas refugiadas, es decir, quienes huyen de sus países a consecuencia de la persecución y la violencia, suelen transitar a través de las rutas migratorias informalmente establecidas. De manera que, por ejemplo, entre la población migratoria que cruza por México de forma indocumentada es posible encontrar personas que son susceptibles de recibir protección a través del esquema de refugio y asilo.
Cómo olvidar, por ejemplo, que el 18 de diciembre de 2013, durante la presentación del informe “Narrativas de la Transmigración Centroamericana” en el Centro Prodh por parte de la Red de Documentación de las Organizaciones Defensoras de Migrantes, Maverick, un muchacho hondureño, me dijo con una mirada nostálgica, cargada de dolor que “Yo no puedo regresar a Honduras”. Él se encontraba en México de manera indocumentada. Jugarse la vida para llegar a Estados Unidos era su única posibilidad. Extrañaba a su familia y, sin embargo, estaba imposibilitado para regresar a su país, muy probablemente por la violencia. Quedarse en México, por desgracia, tampoco era una opción, debido a queno se le concedía el estatus de refugiado.
Es muy probable que en esas mismas circunstancias estén muchas otras personas, sobre todo si consideramos el enorme flujo de personas que transita por nuestro país –entre 100 y 400 mil personas cada año de acuerdo con el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo– y el hecho de que regularmente salen de sus países (i.e. Honduras, Guatemala, El Salvador) por la negación sistemática de sus derechos, incluyendo los de carácter económico y social.
De hecho, entre las principales nacionalidades de quienes solicitan asilo a México están precisamente la hondureña y la salvadoreña, según el documento “Refugiados en México. Perfiles sociodemográficos e integración social”, publicado por la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), entre otros. A pesar de ello, y según el informe “Personas solicitantes de asilo y refugiadas” elaborado por Sin Fronteras, México carece de mecanismos adecuados para la detección de personas a quienes podría reconocerse el estatus de refugiadas, entre otras deficiencias.
Cabe mencionar que fue en el año 2000 cuando la Asamblea General de la ONU decidió que a partir del 2001, año del cincuentenario de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, el 20 de junio se dedicaría a las y los refugiados del mundo. De acuerdo con cifras de ACNUR, a finales del año 2012 había más de 45 millones de personas desplazadas forzosamente de sus países, 15 millones de las cuales eran refugiadas.
Pues bien, este 20 de junio pensemos en las y los refugiados del mundo, pero también en las y los centroamericanos que huyen a consecuencia de la violencia o la persecución; pensemos en Maverick y en las miles de personas que se encuentran en igual situación.
Pero también pensemos en las miles de personas centroamericanas que valientemente migran para encontrar las oportunidades que les fueron negadas en sus países de origen. Personas como Ángel Amílcar, migrante hondureño perteneciente al pueblo afrodescendiente garífuna que en enero de 2009 salió de su país, dada la falta de garantía de múltiples derechoscomo el trabajo y el acceso a servicios de salud, con la esperanza de llegar a Estados Unidos –para encontrar un trabajo que le permitiera, entre otras cosas, pagar la atención médica de uno de sus dos hijos pequeños, Ángel Elvir, quien falleció de cáncer en septiembre de ese mismo año, –y, en su lugar, fue engañado por un coyote, transportado a una casa donde se supone que había armas y drogas y luego acusado, sin pruebas, de delincuencia organizada y delitos contra la salud.
Este Día Mundial del Refugiado indignémonos por la situación que enfrentan las miles de personas que huyen de sus países por la pobreza y la violencia, especialmente aquéllas que transitan por el territorio mexicano. Más importante aún, traduzcamos esa indignación en una real y verdadera exigencia hacia el gobierno mexicano para que investigue y sancione los abusos cometidos contra ellas y para que desarrolle mecanismos adecuados y efectivos de protección humanitaria.
*Este texto fue publicado inicialmente en el blog La lucha cotidiana de los DH en Animal Político