La tormenta que se ensañó con los municipios de La Montaña guerrerense no se contentó con despojar a sus habitantes de sus casas, los escasos muebles, ropa y trastes, sino que arrancó los cultivos y aplastó bajo toneladas de lodo aquello que, pese a todo, permanecía en pie. Las personas que lograron salvar su vida buscan regresar aunque sea a su miseria anterior, pero no podrán: el suelo donde crecieron ya no sirve ni para pararse sobre él. Proceso