El cardenal guatemalteco Rodolfo Quezada Toruño, promotor de los acuerdos que pusieron fin a 36 años de cruenta guerra civil en Guatemala, murió este lunes a los 80 años. En la carta dirigida a sacerdotes, religiosas, religiosos y laicos de la Arquidiócesis de Santiago de Guatemala con motivo de su retiro como arzobispo, resaltó una vez más los rostros de las víctimas. Así se expresaba el llamado «obispo de la paz:
«Naturalmente, no han faltado los sufrimientos. Pero posiblemente el más grande sea el haber visto cómo cada día se hacen más profundas las huellas de una secular injusticia y marginación que desembocan en tantas situaciones de pobreza a las que está sujeta la mayoría de fieles de nuestra Arquidiócesis. Vienen a mi mente las miles de personas que viven hacinadas en los barrancos de nuestra ciudad, los indígenas de todas las etnias que vienen a la urbe metropolitana buscando un porvenir que no encuentran en sus propios lugares, los migrantes, los campesinos, los ancianos, los niños abandonados a su suerte, los jóvenes, que no tienen respaldo familiar, las mujeres que deben sostener solas un hogar sin la compañía de un esposo, etc. Son tantas las situaciones en las que se manifiesta la profunda injustita que vive nuestra Patria. Vienen a mi mente las víctimas de la violencia, de los secuestros y extorsiones así como las de los desastres naturales; rostros de seres humanos que pasan a diario por el sufrimiento. El escenario muchas veces ha sido terrible: impunidad, corrupción, crimen organizado, depredación de la naturaleza, amenazas contra la vida naciente, cultura de la muerte. Situaciones en las que no he recurrido ni podido quedarme callado, aún a costa de incomprensiones por parte de aquellos que no comprenden que parte esencial del ministerio de un obispo consiste en alzar su voz para denunciar todo aquello que aparte del reino de Dios».