La población de Tabasco ha sufrido inundaciones durante más de cinco años. Éstas parecen no ser únicamente producto del calentamiento global, sino más bien, de la irresponsabilidad de los gobernantes y las grandes empresas que, a costa de la vida y la seguridad de quienes ahí habitan, buscan seguir generando riquezas.
14 de octubre 2011/Sididh/FRM.- El arca de Noé es un relato que evoca la invención humana ante los desastres. Se asegura la vida no sólo del hombre, sino también la del entorno. Es un mito que, con una narración de enorme densidad simbólica, convoca a no perder la esperanza y buscar que otro mundo sea posible después de las desgracias. Mientras tanto, en Tabasco los campesinos que viven en las riberas del Carrizal o el Usumacinta, preocupados por las inundaciones, dicen que sería bueno volver a tener “cayucos”, unas barcas construidas regionalmente que antes eran comunes para transportarse o para llevar sus mercancías al puerto de Villahermosa o de Zapata.
Octubre de 2007 fue el inicio de la desgracia que aún no termina. Los tabasqueños vivieron una inundación inusitada y catastrófica: un millón doscientos mil damnificados y 70% del estado inundado; “La capital es como una olla, como Nuevo Orleáns (devastada por las inundaciones que provocó el huracán Katrina en agosto de 2005). Estamos debajo de los niveles de los ríos”, declaró entonces el gobernador de Tabasco. Se pudo salir de la desgracia por el esfuerzo y solidaridad de miles de tabasqueños, así como por la ayuda que fue enviada de muchos rincones del país y del mundo. El gobernador y el presidente de la República afirmaron que no dejarían que Tabasco se volviera a inundar. Las promesas de poco sirvieron, pues durante los años consecutivos se ha repetido la historia. En estos días los reportes de prensa afirman que hay 74,698 personas damnificadas.
El discurso generalizado de quienes pretenden eximirse de responsabilidades consiste en poner todo el acento en el cambio climático; las lluvias atípicas que han resultado del calentamiento global no es el único causante de las inundaciones. Por otro lado, se ha evidenciado que dependencias gubernamentales han priorizado la generación de energía eléctrica en el río Grijalva sobre la seguridad de los y las tabasqueñas, para beneficiar a los generadores privados de electricidad. Además, ha privado la corrupción en la concesión de permisos que servían para contener el agua; en extensos lugares donde antes había lagunas o que permanecían con la mitad llenos de fango, ahora hay fraccionamientos, plazas comerciales o estacionamientos. Además, el Plan Hídrico Integral de Tabasco (PHIT), en el que se ha gastado cerca de seis mil millones de pesos, no ha servido de mucho. Éste no es integral, puesto que favorece sólo a Villahermosa y tampoco es eficiente, pues se ha utilizado para el beneficio personal de políticos y empresarios de la construcción.
En este contexto, la afectación a los derechos humanos de los y las tabasqueñas es muy grave: vivir bajo la inseguridad constante, pérdida del patrimonio y el deterioro paulatino del nivel de vida. No bastan pues los cayucos: necesitamos una sociedad civil que exija constantemente al gobierno la operativización eficaz del PHIT, castigo a los responsables y una nueva Arca de Noé, en la que se garantice la vida y el acceso al disfrute pleno de su patrimonio y de su ambiente.