«No nacimos para ser secuestrados, extorsionados o para ser víctimas de un atentado en contra de nuestra persona (…) Basta de ser carne de cañón para esas autoridades que se escudan tras de un ejército que lo último que hará será proteger a la población. Y queda muy claro que, como civiles, respetamos más al arma que a quien la porta. No dejemos que la cultura del terror se arraigue y forme parte de la vida cotidiana como un tormento más. Nos hemos vuelto seres sumisos y ciegos. Nuestra suerte la deciden los de arriba, cuando todo debería ser al revés: Nosotros decidir qué hacer con ellos”,
exclamaron los compañeros de preparatoria de Gaby, quien en Xalapa, Veracruz, fue víctima de desaparición y feminicidio.