«A ver, ¿por qué no estoy en la cárcel?», pregunta don Gustavo, padre de un joven asesinado por los marinos en Apodaca, Nuevo León, y continúa: «¿Por qué nuestra casa no fue incautada? ¿Por qué cuando nos dejaron en el hospital los marinos simplemente desaparecieron y no volvimos a saber de ellos? Nosotros tuvimos que recoger a mi hijo del anfiteatro, lo velamos, aún debo parte del funeral, y debería el entierro de no ser porque yo tenía un terreno».